Había una vez una mamá cabra que vivía en una pequeña casita en el bosque con sus siete cabritillos. Eran muy felices y vivían tranquilamente. Un día, la mamá cabra tuvo que ir al mercado a comprar comida, así que reunió a sus cabritillos y les dijo:

"Queridos, debo ir al mercado. No abran la puerta a nadie mientras no esté, especialmente si es el lobo. Él intentará engañarlos, pero ustedes deben ser muy cuidadosos y reconocer su voz ronca y sus patas negras."

Los cabritillos prometieron obedecer a su mamá, y ella se fue al mercado. No mucho después, alguien llamó a la puerta. "¡Abrid, mis pequeños! Soy vuestra mamá, he vuelto del mercado con regalos para todos," dijo una voz desde afuera. Pero los cabritillos sabían que esa voz ronca no era la de su mamá.

"¡No, no eres nuestra mamá!", gritaron los cabritillos. "Nuestra mamá tiene una voz suave y dulce. ¡Eres el lobo!"

El lobo se dio cuenta de que su voz lo delataba, así que fue a buscar miel para suavizarla. Volvió a la casa y llamó otra vez. Esta vez, su voz sonó más suave. "¡Abrid, mis pequeños! Soy vuestra mamá, he vuelto del mercado."

Pero los cabritillos miraron por debajo de la puerta y vieron sus patas negras. "¡No, no eres nuestra mamá!", gritaron de nuevo. "Nuestra mamá no tiene patas negras. ¡Eres el lobo!"

El lobo, furioso, fue a la panadería y se cubrió las patas con harina para hacerlas blancas. Regresó a la casa y tocó la puerta una vez más. "¡Abrid, pequeños, soy vuestra mamá! He vuelto del mercado."

Esta vez, el lobo engañó a los cabritillos con su voz y patas blancas. Pensando que era su mamá, abrieron la puerta. ¡Y allí estaba el lobo! Los cabritillos se asustaron y corrieron a esconderse. Se escondieron en diferentes lugares: uno bajo la cama, otro en el horno, otro en la cocina, y así sucesivamente. Pero el lobo los encontró uno por uno y se los comió, excepto al más pequeño que se escondió en el reloj de pared.

Satisfecho, el lobo se fue y se acostó bajo un árbol para dormir. Cuando la mamá cabra regresó, encontró la puerta abierta y todo revuelto. Llamó a sus cabritillos, pero ninguno contestó hasta que el más pequeño salió de su escondite y le contó lo sucedido.

La mamá cabra, con mucho dolor en su corazón, salió en busca del lobo. Lo encontró dormido bajo el árbol y vio su gran barriga moviéndose. Con mucho cuidado, la mamá cabra cortó la barriga del lobo, y uno a uno, salieron los cabritillos, vivos y sanos.

La mamá cabra y los cabritillos llenaron la barriga del lobo con piedras y luego la cosieron de nuevo. Cuando el lobo despertó, sintió mucha sed y fue al río a beber agua, pero al inclinarse, el peso de las piedras lo hizo caer al agua y nunca más se volvió a saber de él.

La mamá cabra y los cabritillos regresaron a su casa y vivieron felices y tranquilos, sabiendo que el lobo no volvería a molestarlos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado...