Había una vez una pequeña brujita llamada Dulce que vivía en una casita hecha de galletas y caramelo, en medio de un bosque encantado. A Dulce le encantaba preparar pociones y hacer magia, pero, a diferencia de otras brujas, ella solo hacía cosas buenas para ayudar a los demás.

Un día, mientras volaba en su escoba mágica, Dulce vio a un conejito que parecía muy triste. Al aterrizar, el conejito le explicó que había perdido su zanahoria favorita. "No te preocupes," dijo Dulce con una sonrisa, "¡yo te ayudaré a encontrarla!"

Dulce agitó su varita mágica y murmuró unas palabras especiales. De repente, la escoba comenzó a brillar y voló por el aire, buscando la zanahoria perdida. En pocos minutos, la escoba regresó con la zanahoria, y el conejito saltó de alegría. "¡Gracias, Brujita Dulce!" exclamó, y le dio un abrazo.

Esa misma tarde, Dulce escuchó a un pajarito cantar una canción triste. Se acercó y le preguntó qué pasaba. El pajarito le dijo que se había perdido y no podía encontrar su nido. Dulce, siempre dispuesta a ayudar, subió al pajarito en su escoba mágica y volaron por el bosque. Gracias a la escoba mágica, pronto encontraron el nido del pajarito, que volvió feliz a su hogar.

Al caer la noche, Dulce regresó a su casita de galletas y caramelo. Estaba contenta de haber ayudado a sus amigos del bosque. Antes de irse a dormir, Dulce preparó una taza de chocolate caliente con malvaviscos y se sentó a mirar las estrellas, pensando en todas las cosas buenas que podía hacer con su magia.

Y así, la Brujita Dulce continuó usando su escoba mágica y su corazón generoso para ayudar a todos los animales del bosque, siempre con una sonrisa y un toque de magia.