Había una vez, en un tranquilo bosque, una tortuga llamada Teri y un conejo llamado Coco. Teri era conocida por su paciencia y Coco por su rapidez. Un día, mientras hablaban con otros animales del bosque, Coco se jactó de lo rápido que podía correr.

"¡Soy el más rápido de todos! ¡Nadie puede ganarme en una carrera!" dijo Coco, saltando de un lado a otro.

Teri, con su calma habitual, sonrió y dijo: "Coco, puede que seas rápido, pero a veces la paciencia y la perseverancia son más importantes que la velocidad. ¿Qué tal si hacemos una carrera para ver qué es más importante?"

Coco se rió, pensando que sería una carrera fácil de ganar. "¡Acepto el desafío, Teri! ¡Prepárate para perder!"

Todos los animales del bosque se reunieron para ver la carrera. La ardilla tocó una campana para dar la señal de inicio. "¡Listos, preparados, ya!"

Coco salió disparado como un rayo, mientras que Teri empezó su marcha lenta pero constante. Coco corría tan rápido que pronto se adelantó mucho a Teri. Se sentía tan seguro de ganar que decidió descansar bajo un árbol. "Teri nunca me alcanzará," pensó, y se quedó dormido.

Mientras tanto, Teri seguía avanzando paso a paso, sin detenerse. Los otros animales la animaban, admirando su determinación. Cuando Teri pasó al lado de Coco, que dormía profundamente, sonrió y continuó.

Finalmente, Coco se despertó y vio que Teri estaba muy cerca de la meta. "¡Oh, no! ¡Tengo que alcanzarla!" gritó, corriendo a toda velocidad. Pero ya era demasiado tarde. Con un último paso, Teri cruzó la línea de meta, mientras todos los animales aplaudían y celebraban.

Coco llegó jadeando, sorprendido y avergonzado. "Teri, no puedo creerlo. Pensé que te ganaría fácilmente," dijo Coco.

Teri sonrió con amabilidad. "Coco, la velocidad es importante, pero la constancia y la perseverancia también lo son. Nunca subestimes a alguien que sigue adelante sin rendirse."

Coco aprendió una valiosa lección ese día. "Teri, tienes razón. Prometo ser más paciente y no presumir de mis habilidades."

Desde entonces, Coco y Teri se convirtieron en grandes amigos y compartieron muchas aventuras juntos, siempre recordando que cada uno tiene sus propias fortalezas.

Y así, en el tranquilo bosque, todos los animales vivieron felices, aprendiendo a valorar la paciencia y la perseverancia tanto como la velocidad.

Y colorín colorado, esta fábula se ha terminado.